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Monique Amoedo


ACERCA DE MI

Desde que lo recuerdo siempre me han fascinado los libros sin importar cuan viejos o nuevos fuesen. Antes de comenzar a leer los abro y aspiro maravillada su interior, entonces percibo ese aroma tan característico que me transporta hasta una de las sensaciones más agradables que conozco.

Cuando emerge de ellos esa suave mezcla de vainilla, almendras y sándalo que impregna mis sentidos, para mí la señal está clara, no es más que una invitación a ser leídos. Leer nos hace vivir otras vidas, despierta increíbles sensaciones y emociones, leer es libertad y conocimiento, es no poder parar hasta saber que pasará en las próximas páginas.

Mi vínculo con los libros va mucho más allá de mi interés por leerlos, me han hecho descubrir la escritura. Ella es una de las aventuras más gratificantes y liberadoras que conozco, escribir me rescata, me da licencias y me lleva de la mano a esos lugares vetados por la cotidianidad. Todos mis pensamientos, reflexiones y vivencias han tenido una aliada incondicional, ella me ha dado la oportunidad de plasmar en negro sobre blanco todo cuanto necesito, ella es el mayor de mis refugios, es mi casa.

Siento un enorme respeto y admiración por aquellos que, con preparación perseverancia, horas de trabajo y dedicación llegan con sus historias a nuestras vidas, y a mí me gustaría lograr lo mismo. Mi nombre es Monique Amoedo y espero que disfrutéis de mis libros y mis escritos tanto como yo he disfrutado escribiéndolos.

Reconocimientos


Carta ganadora del premio otorgado por La Red de Narrativa LatinoAmerica”

MI DESCONSUELO

Y era el mejor lugar del mundo para estar, no había otro mejor, todo porque tú estabas, todo porque tú eras. Atrapé ansiosa cada uno de los instantes a tu lado presagiando que no volverían jamás, sin darme cuenta de que tú ibas invadiendo sin permiso ni treguas.

Ahora que ya no estás, me consolaré con las evocaciones de lo que has despertado en mí, mientras sufro tu ausencia perpetua e inmanejable.

Cuando te fuiste, te llevaste el roce de tus labios sobre los míos, el lenguaje de tus dedos susurrando caricias en mi cuello, el tono de tu voz al contar secretos, ese tan especial, tan tuyo, te llevaste el color… Y sin embargo olvidaste llevarte lo más importante, tu huella.

Vuelve por favor, vuelve para llevártela, ocupa tanto lugar aquí adentro que no me deja respirar. Vuelve, pero hazlo cuando yo no lo note, engáñame, tú sabes cómo hacerlo. Llévatela cuando yo esté dormida mientras esté soñando una vez más contigo, camúflate en mis sueños y no dejes rastro. Sin duda prefiero el vacío de no tener a tener que respirar este aire que envenena y socava, este aire tan lleno de ti, de tus recomendaciones literarias, de tus clases de geografía, de tu acento.

Me alié con el tiempo movida por la razón de que te diluirías tras su paso, pero él pasa y tú no pasas. Y aunque tomé su mano y luché con afán finalmente condescendí ante todo intento por restarte, tu olor seguía en mis manos, tu sonrisa pegada a mi boca y en vano había sido mi alianza, lo supe. Inexorable a sabiendas todo tu insistes en hacerte perpetúo y así sigues ganando la partida, pero te recuerdo que tú decidiste sin más y con ello te llevaste tu derecho a resarcirte. De haberlo sabido nunca me hubiese apuntado. Ahora exhausta y preterida me quedo con tus besos que desde el principio supieron a ausencia y no lo supe ver, me quedo con tus silencios inconmensurables que debí intuir, pero sobretodo me quedaré con tú facilidad para no estar. Tú tan tú, tan libre, tú que antes de llegar ya te habías ido y no lo quise ver, por eso he decidido que ya no voy a decir lo que pienso, pues solo pienso en ti.

De nada me han servido los años de ventaja en los que me refugié por error confiada y convencida de que allí sería inmune a tu esencia, pero una vez más me equivoqué y he vuelto a perder. Entonces mi voluntad se revela exhausta frente al vacío de los porqués que has dejado, esos que reiteradamente vuelven para recordarme que eres mi desconsuelo, dime dónde estabas cuando llovía.

Y aun así seguiré recordándote de forma impenitente, porque eso es lo que quiero hacer, lo que sé hacer. Sin buscarte y sin poder evitarte, solo puedo ser testigo que no obra por capricho de las lágrimas pertinaces que van anegando todos misanhelos de volver a leerte.

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